Conocido como "la locomotora humana", ha pasado a la historia como uno de los mejores atletas de fondo de todos los tiempos.
5 medallas olímpicas (4 de oro y una de plata), 18 récord del mundo, 3 oros europeos y 261 victorias en las 334 carreras que disputó, configuran un palmarés de ensueño. Pero además, fue durante buena parte de su vida rehén de un régimen totalitario que le utilizó como imagen y símbolo.
Transcurría el kilómetro 20 de la prueba cuando, algo confuso, se dirigió hacia sus rivales y les dijo: "yo no entiendo de maratón pero, ¿no estamos corriendo demasiado lento?" Tras no encontrar respuesta, aceleró el ritmo y se marchó en solitario en busca de la línea de meta. En el momento de su entrada al estadio los espectadores, puestos en pie, aclamaron entusiasmados su proeza. Era la primera vez que corría un maratón y aquella victoria, con récord olímpico incluido (2h 23:04), significaba la culminación de una hazaña que le encumbró para siempre a la leyenda del atletismo: el triplete olímpico (5.000, 10,000 y maratón) en Helsinki 1952.
"Ese Zatopek corrió como un péndulo sobre su pescuezo, su lengua carmesí pendía fuera, como si realmente lo estuvieran estrangulando" escribió un periodista que cubría aquellos Juegos. Efectivamente, su manera de correr era extraña, con estilo desgarbado, agónico, con la boca abierta y el rostro desencajado, como si tuviera un cuchillo clavado en el pecho, como si su cuerpo se fuera a desvencijar en cualquier momento... Pero era casi invencible. El secreto de su éxito residía en un entrenamiento durísimo, con volúmenes en intensidades descomunales para aquel entonces. En el punto álgido de su trayectoria deportiva, corría 800 kilómetros mensuales, unos 27 diarios. (Juan, hace en coche 650 km al mes -desde Alcantarilla- para venir a trabajar al cole).
Su manera de entrenar fue toda una revolución para la época e incluso creó su propia metodología (el entrenamiento interválico), que en un primer momento le generó bastantes críticas. En vez de largos rodajes, hacía numerosas repeticiones de distancias cortas -entre 200 y 400 metros- a muy alta intensidad y con breves pausas de recuperación, en las que seguía corriendo a ritmo. Esto le permitió mejorar rápidamente su velocidad y resistencia.
"¿Por qué habría de entrenar a ritmo lento?. Ya sé correr a ritmo lento. Debo aprender a correr a ritmo rápido" decía. Además, entrenaba a menudo calzado con botas militares y peso en los pies; así, la competición le parecía luego un descanso.
De carácter humilde y reservado, Zatopek destacó siempre por su inmenso afán de superación y su amor a este deporte. "Un atleta no puede correr con dinero en sus bolsillos. Ha de hacerlo con esperanza en el corazón y sueños en su cabeza" llegó a decir. Con esta actitud se ganó el cariño del público que le adoraba y le aclamaba sin cesar en las carreras.
Nació el 19 de septiembre de 1922 en Koprivnice (antigua Checoslovaquia), era el sexto de siete hermanos de una humilde familia obrera. A los 16 años empezó a trabajar en la fábrica de calzados Bata, gracias a la cual, y de manera absolutamente casual, se inició en el mundo del atletismo. Bata patrocinaba cada año una carrera en la que los jóvenes del pueblo estaban casi obligados a participar. Así, en 1940, con 18 años, no tuvo más remedio que correr y ante su sorpresa (nunca había realizado entrenamiento alguno) quedó segundo, lo que le animó a participar en otras carreras. " La gente me aplaudió y eso me gustó. Desde entonces empecé a acudir a las sesiones de entrenamiento", recordaría años después.
En 1945, se alistó en el ejercito checoslovaco para seguir la carrera militar, en la que alcanzaría el grado de coronel.
Durante estos años, con una inquebrantable disciplina, cumplía sus obligaciones como militar durante el día y entrenaba por las noches, alumbrándose con una linterna eléctrica. Calzado siempre con sus inconfundibles zapatillas de cuero rojas que le seguían proporcionando -de espaldas a su patrón- sus antiguos compañeros de la fábrica, Zatopek ya poseía por aquel entonces los récords nacionales de 2.000, 3.000, 5.000 y 10.000 metros, y era sin discusión el mejor atleta nacional.
En los Juegos Olímpicos de Londres de 1948, empezó a forjar su leyenda, al lograr la medalla de oro en 10.000 m -con récord olímpico incluido- y plata en los 5.000.
Pero será en los siguientes Juegos Olímpicos de Helsinki (1952) donde se corona como rey del atletismo mundial, al enfrentarse -y salir victorioso- a un reto sobrehumano que nadie antes había intentado y nadie se ha atrevido a intentar después: disputar en apenas una semana los 5.000, 10,000 y el maratón, distancia que no había disputado nunca antes y por la que pronto sentiría autentica fascinación. Venció en las tres pruebas, estableciendo el récord olímpico en todas ellas y el récord mundial en las dos primeras.
Se dio la curiosa circunstancia de que en la capital filandesa su mujer, Dana Zatopkova, también subió a lo más alto del podio olímpico, al vencer en la prueba de lanzamiento de jabalina. Tras los Juegos, Emil es nombrado teniente coronel del ejercito checo. En sus años victoriosos, pasa a ser símbolo e imagen del régimen comunista de su país, que le utiliza como "arma de propaganda", que controla y limita sus movimientos y viajes al extranjero, que le espía y distorsiona sus declaraciones.
A mediados de los 50 su cuerpo se empieza a resentir -en forma de lesiones- de tantos años de extenuante esfuerzo. En 1958, se despide definitivamente del atletismo en las pistas de Guipúzcoa, en el Cross Internacional de Lasarte.
En 1968 - coincidiendo con la "Primavera de Praga"- rechazó abiertamente la ocupación de su país por parte de las tropas soviéticas y la imposición del comunismo duro, y apoyó al reformista Dubcek, partidario de más libertad para el pueblo y de un socialismo más humano. Estas críticas trajeron consigo un destierro y un castigo. Fue destituido de su cargo en el Ministerio, expulsado del ejército, separado del partido, y enviado a trabajar en una mina de uranio.
Así aguantaría seis duros años. Después sería "ascendido" y convertido en basurero, pasando a recorrer las calles de Praga con un camión y una escoba. Cada vez que era reconocido en la calle la gente le ovacionaba y ayudaba en su tarea de limpieza. Jamás un basurero fue tan aclamado; seguía siendo un héroe del pueblo. Así que rápidamente, el régimen decide apartarle de ese puesto y enviarle a cavar agujeros para colocar postes telegráficos.
Con el paso de los años y los cambios en la situación política, Zatopek volvió a tener el trato y la consideración que nunca debió perder. En 1997 la asociación de atletismo "La Zapatilla de Oro" le nombró "Mejor Atleta checo del siglo", y un año después el presidente checo le otorgó la "Orden del León Blanco", máxima distinción en su país.
Durante los últimos años de su vida trabajó como profesor de Educación Física, mantuvo su cargo en el ejército de la República Checa hasta su fallecimiento, a los 78 años de edad.
Fuente: www.unabrevehistoria.blogspot.com.es
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